La calva de 87 años sonríe. Desde su banqueta, observa con ternura al selecto público. Las miradas entrecruzan el desconcierto, cuando afirma que ha sido secuestrado. "Sí, ¿no me creen? Bueno, yo tampoco lo creo (se ríe), pero sucedió. Son del Freliapa (mayor turbación). Nuestro problema es el patrimonio. San Francisco de Asís fue el que tiró su patrimonio por la ventana. El papa Pancho tomó su nombre... Hay que sacarse de encima el patrimonio para ser libres... Los del Frente Revolucionario de Liberación de Atrapados por el Patrimonio me llevaron. Me dictan cosas. Extrañas. Las escribo..."

La sonrisa se sienta en sus ojos. Esboza un mar del piojo. "Había una vez un piojo en el agua. '¡Me hundo, me hundo! ¡Ay, que me muero!' Nota que flota. Claro, por la sal. No zozobra. La sal espesa. Es la lágrima de un elefante... Cae otra. Alarga la trompa para bebérsela. Lo hace y queda atascada por el piojo. Fuerza, fuerza... ¡Pum! El mar del piojo va a parar a la luna..."

Habla con cariño de cuando llegó a Tucumán en los albores de los '50 con el famoso grupo teatral Fray Mocho, que dirigía Oscar Ferrigno, y luego con Los Comediantes de la Ruta. "Éramos muy locos. Bohemios. Conocí a la gente linda del teatro de la Peña El Cardón, después de Nuestro Teatro..." Husmea en una carpeta con escritos. "Había una vez un empresario que le tenía miedo a un poeta, que volaba y se le acercaba. Lo asustaba. Con un cañonazo el empresario le hace un agujero. Como de algo tiene que vivir va a ofrecerse de colador en la cocina de un restaurante. Pero el agujero es muy grande... 'No nos sirve'. El poeta se para en la plaza e invita a la gente a ver la realidad a través del agujero de su cuerpo..."

Un pícaro y festivo asombro se respira en casa de la querida Rosita Ávila. "¡Freliapa, Freliapa! ¿No me creen? Yo tampoco". Roberto Espina (1926), titiritero, actor, director, dramaturgo de relevante trayectoria, está ejercitando los duendes de su alma en el retablo fraterno de la vida.